En algún recodo sombrío,
alejado de las lágrimas, hallo voces amigas, caricias de caramelo impregnado de vetusta melaza.
Tras el pueyo calcáreo, las
cenizas de mis mentores revolotean inquietas y efímeras
y, con delicadeza, se posan sobre las flores azules.
Más allá del horizonte cercano, los vándalos renuncian a sus pasiones cuando escuchan a los poetas y al sol. Se desnudan y alzan sus manos implorando libertad.
Y yo, desfallezco por el verdor,
por la fragancia del alma y
por la repentina pulsión que me lleva a recordar el camino hacia tu corazón.
Y recorro naciones imaginadas, patrias urdidas por la nada,
planetas de una redondez absurda.
JulioElpuente