he bailado entre canciones inéditas.
Los suspiros de los unicornios celestes eran cantos inexplicables,
los hijos que no existieron eran la salvación prometida.
Las turbulencias del alma escondían creencias ignotas,
arrinconaban sentimientos ambiguos.
Aquella guitarra primigenia entonaba acordes rosas y blancos, dulces y salobreños.
El olor a vida rota nos devolvía a parajes de azul y viento, a regiones barridas por el azar.
Cantares bizarros, embrujos
sinuosos, embadurnarán nuestras siluetas y dictarán el devenir de nuestros pasos.
JulioElpuente