Se secaron mis ojos,
me brillaban las manos,
nada me valía ya.
Ninguna flor conservaba
su aroma.
Envejezco tras las cortinas,
nadie me conocerá jamás.
No temo a nadie,
nadie temerá a mi otra
lucidez.
Turista en un mundo
inabarcable.
Desterrado en un país
de ciegos,
de locos sin rumbo.
Tomo prestadas las palabras
que no aprendí,
hago míos aleluyas lejanos.
Asceta en un vida sedienta,
amante distante,
Dios de mi feroz vesania.
JulioElpuente