Creo en el hoy de
de un poeta visceral.
Descubro el ayer de
unos ojos cincelados.
Viviré en un mañana que
se derrame cual hiedra.
Los ojalás no escucharán
reproche alguno,
ni penas con sordina,
ni porqués enroscados
a la garganta.
En mi rellano
pernoctan los versos
de Whitman,
en mi alcoba vive la
luz eterna.
Mis brazos sueñan,
halagüeños, estupefactos,
derramados en el infinito.
A mi cuello no lo
domestica el viento.
Nunca será demasiado
tarde para que nuestros
pechos vivan un
estruendo único,
una comunión memorable.
Sentí el perfume del destino
anudado a un desnudo
ancestral.
Una mano, rosada y plena,
cubrió un tatuaje indoloro,
rasgó un arpegio colosal.
He reservado para ti
una nube acolchada,
una promesa infalible,
una adicción legal,
un axioma cuestionable,
un resplandor idéntico
a tu suspiro.
JulioElpuente