mis latidos,
la mistura de mis manos
mortecinas y mi aliento
exangüe.
Tú, pequeña tormenta de luz
y aromas, trajiste canciones
a mi despertar y elocuencia
a mi cerrazón.
Tu perdón fue el arma
perfecta para mi débil armadura,
las secreta golondrina que
zigzagueaba frente a mi
ventana febril.
El misterio de tus verdades
fue el detonante de mis
palabras mágicas,
la solemnidad de tu
caminar de princesa
oriental fue la razón que
demoró mi atardecer.
JulioElpuente