Barro deforme,
como una piel volcánica,
como labios resecos por la
sal de unos ojos heridos.
Un giro teatral, una pirueta
tortuosa.
El destino no existe más allá
de sí mismo.
Seguiré rezando sin fe,
escucharé canciones de poetas
desleales,
quemaré mis yemas con
páginas en blanco,
juntaré los párpados para
imaginarte.
Tozudamente,
como nuestro derecho a reír,
como nuestra brillante deznudez,
como las nuevas flores, aún
ateridas.
Yacen cerca de aquí unos seres
únicos;
vivieron de nuestro pasado,
aprendieron de exégetas luminosos.
JulioElpuente