Observar el mundo desde el proscenio de un teatro imaginario.
Cruzar el estrecho de la vida en un osado y vetusto balandro de marfil.
Ser aprendiz de nada, diletante de casi todo, heroico testigo de una noche enmudecida.
Sacrificar, cual Ifigenia, las creencias, hijas del deseo pueril y la anarquía ignota.
Medrar por las tabernas del mundo como un Fastalff verborreico y petulante.
Ni imbécil ni genio;
hijo de un ayer vacío,
siervo de un presente onírico,
cínico espectador de un
futuro incierto.
JulioElpuente