Allí donde se refugian las sombras, donde se agota el infinito.
Lejos de la vorágine del dolor; donde nadie espera nada.
Ofrezco mis brazos a los delatores de la noche, a los habitantes de la prisión de arena.
Resuelvo enigmas con pinceles de aromas mágicos, con lágrimas de color magenta.
Cada suspiro traerá consigo un cauce de miradas y conciencias tranquilas.
Todas las coronas serán de brumas sutiles, de rastrojos altivos.
Algo estupendo para cantarlo, algo sensible como la piel enadercida.
En caminos de polvorienta sed, entre fotográficas sonrisas y corazones desnudos.
JulioElpuente