La otra calle,
la que llegaba al final,
la que no tenía adornos
ni luminaria.
La de los corazones
remendados por los
labios,
la de la ira olvidada.
La calle de los poetas
oscuros,
y de los tiernos,
y de los vencidos,
y de los ingenuos,
y de los verdaderos.
La calle de los colores
abatidos;
vestida de blanco y
negro por el azar.
La calle convulsa y
tranquila,
solidaria y pobre.
Engendrada por las
palabras.
La calle sin brazos,
pero con puños,
sin sexo,
pero con hijos.
La otra calle.
JulioElpuente