Mírate en el espejo.
No, en ese no, en el de mis ojos.
Así verás que siento cuando los
cierro y te guardo bajo los
mil cerrojos de mis pupilas.
En los sueños, el abánico de
tus pestañas crea olas de
frambuesa y rayos de miel
en mis mejillas,
y cuando despierto,
el desvarío me
aprisiona y mi corazón
deshuesado se trasforma en
quebradizo cristal, entonces
tengo que ataviarme
con la dulzura de tu espalda,
con la frescura de tu nuca feliz,
y ya todo vuelve a ser
como antes,
como después,
como ayer,
como mañana.
JulioElpuente