Me traspasaron con poetas
de allende los mares.
Fueron tiempos de canciones,
de tierras cautivas y manos salvadoras.
El tiempo se escurría entre
dedos olvidadizos, calles
estrechas y delirios de alcohol.
La soledad era el ejemplo y el premio.
El viento y la ceguera exacta
fueron cosidos a mi piel.
La pequeña colina me pertenecía así,
silenciosa, sin cima, sin adiós.
Allí todo amanecía y
anochecía sin avisar.
Plazas con asientos y
respaldos fríos, con restos
perennes de girasoles.
Fueron mañanas, tardes, noches
para aprender, para celebrar,
para...casi amar,
para...casi deslumbrar.
JulioElpuente