Necesito sus latidos,
pero me consuela que tú puedas visitarlo en cualquier momento.
Visítalo al amanecer, al atardecer, cualquier día,
a cualquier hora, y muéstrale
tu frescura de primavera marina.
Imagino tus manos,
una a cada lado de su rugoso
perfil, y tu sonrisa silenciosa amenizando el suave resplandor que os acompañará.
Él recitará para ti un poema de florituras imposibles y sus latidos te atravesarán como una daga de ternura y miel.
JulioElpuente