Las calles, húmedas y sin resplandor, eran como seres inútiles creados por un dios olvidadizo.
La luz, vencedora en tantas batallas, agonizaba ahora tras cortinas de cerrazón y muros de indiferencia.
El jamás, que llegó una mañana cualquiera, erá un peón más en el tablero de las tristezas.
Aún así,
todas nuestras manos,
todos nuestros corazones, todas nuestras sonrisas;
liberarán a las sombras,
remozarán las calles,
descorrerán las cortinas,
doblegarán al ayer.
JulioElpuente