Adoro tus manos de
faraónicos hilos,
amo sus fibras
de lustroso oro,
de sin par dulzura,
y deseo esas manos que te
abrigan del sol cegador.
Respiro el olor de tu piel
de romero agreste,
de cítrico azahar.
Nunca morirá su luz.
Tus ojos no conocen
el hielo.
No amaron ayer ni amarán mañana; aman hoy.
Desintegran el tedioso
amanecer.
Tus pechos deambulan por
el laberinto de mis besos.
En cada recodo se
estremecen,
en cada encrucijada se
pierden.
JulioElpuente