Vivo el amanecer sin despertarme.
Mis párpados transparentes me
anuncian el horizonte rojizo
y la blancura incipiente.
Y cuando ladeo la cabeza,
un nuevo hemisferio toma
forma, un nuevo mundo nace
de la nada y recorre mi cuerpo
y mis entrañas.
No temo a la noche ni al día,
pero sí a la negrura y a la luz.
No vivo arrodillado, pero mis
huesos ya no se aferran a mi
piel; viven lejos, exiliados.
Mi espalda, hundida por los
años, respira al son de canciones
obsoletas, pero bellas y nobles.
Y cuando cruzo los brazos y
reuno lo que una vez fueron
mis manos, tu presencia,
intuida, cercana,
despierta mis tenues labios.
JulioElpuente