Saboreaste una noche estival y nació mi piel egipciaca.
Paladeaste el estruendo del rayo y surgieron mis andares díscolos.
Probaste las delicias de una vieja canción y aparecieron mis arrugas diletantes.
Degustaste un amanecer angelino y floreció el néctar
de mis ojos orientales.
Cataste el zumo oliváceo de
un jardín errante y emergió
el resplandor de mi sombra.
Libaste de una flor heroica y
de sus frutos brotó la
sazón de mis palabras.
JulioElpuente