de que el verbo sería
la alegría de mis huesos,
el néctar de mi razón.
Le recé a lo desconocido,
pero la belleza estaba ahí, desnuda, indomable, altiva.
El millón de historias,
el haz de signos vertiginosos, no me distrajo
de lo que tan solo
debía ser placer,
hemorragia plena.
Canciones envueltas
en susurros,
diademas de brisa
endulzando la noche,
impuro bagaje
para esta piel dorada.
Tú, que eras leyenda y pasión, envolviste mis delirios
y los convertirte en colores innombrables, apoteósicos.
JulioElpuente