lo ensombrece todo,
ahora que los huesos
son el último reducto
de la tenue piel,
ahora pretendo inundarlo
todo de colores, de magia.
Desde esta atalaya
de inconsciencia,
desde este púlpito
de insolencia
exijo una atención
que, quizás, nunca merecí.
Si existen los sueños
(y existen, ahí están,
preñados de exquisiteces
y de temores),
¿por qué debo renunciar
al elixir y a la brisa,
a la honra y al desapego,
a la quietud y a la noche?
JulioElpuente